MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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sábado, 30 de abril de 2011

PUBLICACIÓN DE LAS "MEMORIAS DE UN JUDÍO SEFARDÍ"


HE AQUÍ LA PORTADA DE MI LIBRO "MEMORIAS DE UN JUDÍO SEFARDÍ"

Ya se puede solicitar a través de esta dirección:


LA EDITORIAL ME INDICA QUE A LOS PRIMEROS QUE ADQUIERAN LAS "MEMORIAS" SE LE ENVIARÁ TAMBIÉN COMO OBSEQUIO EL LIBRO "LA MAGIA DE LAS PALABRAS" de Amando de Miguel. NO SE COBRAN TAMPOCO LOS GASTOS DE ENVÍO.
(¡No está mal, la verdad!). TODOS LOS LIBROS IRÁN FIRMADOS POR EL AUTOR, ADEMÁS.
EL LIBRO ESTARÁ EN LAS LIBRERÍAS A MEDIADOS DE MAYO.

Ya he hablado de este libro en otras entradas. Como resumen, he aquí el texto de contraportada:

La historia apasionante de un judío sefardí. Una vida llena de aventuras y experiencias insólitas. Un viaje desde la Rumanía nazi y comunista a la añorada Sefarad, pasando por el Israel de 1948, de los kibbuts y el conflicto palestino, la Alemania de los años sesenta y la España de los últimos años del franquismo y la transición democrática. Dan Kofler, músico y pintor, es la encarnación viva del errante, del desterrado, del artista que incansablemente indaga sobre el sentido de la vida y la búsqueda de la verdad y la perfección del arte, enfrentándose a sus éxitos y fracasos con una entereza y pasión que conmoverá al lector desde la primera página.

Santiago Trancón ha recreado en estas Memorias, con una prosa ágil y precisa, no sólo la vida del protagonista, sino su propia aventura, desde el primer encuentro con Dan Kofler en una cueva de Toledo, a la indagación sobre el pasado judío de nuestro país, la herencia milenaria de una cultura que está en la base misma de lo español, cuyas huellas descubre el narrador a cada paso y en las que encuentra las claves del pensamiento, la psicología y el modo de ser de tantos españoles de ayer y de hoy. La reconstrucción biográfica se convierte así, no sólo en una inquietante novela, sino en un deslumbrante documento histórico y filosófico que no dejará indiferente a nadie, pues el lector se verá empujado a realizar su propio viaje, preguntándose sobre el sentido de su vida y el misterio de la existencia.

domingo, 24 de abril de 2011

CERVANTES, JUDÍO CONVERSO (II)

(Foto: Juan Santos)

Ha tiempo escribí una entrada con el mismo título. En el libro “Memorias de un judío sefardí”, de próxima aparición, cuento con más detalle el origen converso de Cervantes. Reproduzco aquí parte de ese texto.

Les explico que está claro que Cervantes provenía de una familia de conversos. Su padre era cirujano, él se dedicó a algunos negocios que desconocemos y fue recaudador de impuestos... Aunque no debía de ser lo suyo, porque acabó en la cárcel. Fue excomulgado dos veces, y no sabemos muy bien por qué. También intentó ir a América en dos ocasiones, y no lo consiguió. Estaba prohibido a los conversos.

Lo que llama mucho la atención, prosigo, es que nada más empezar la novela nos describa con detalle lo que come don Quijote, y ahí aparece eso de “duelos y quebrantos los sábados” para referirse a un plato consistente en “huevos fritos con tocino o chorizo”.

¿Quiénes podían llamar a ese plato “duelos y quebrantos”, sino los conversos? Sólo para ellos era un dolor y un quebranto de la ley comerlo, y además, los sábados. Menéndez Pelayo recoge un romance sefardí que habla de “trobad olla que no quiebre / trobad nunca con anguila / ni mucho menos con liebre”. Trobar es componer. La olla es el pote, el puchero, donde se hacía el cocido. “Olla que no quiebre”, o sea, que no contenga ni anguila ni liebre... O sea, comida no kósher (impura).

Por cierto, este plato tan español, el cocido, seguramente proviene de la olla que los judíos preparaban los viernes para no tener que cocinar en shabbat, en sábado. La olla de don Quijote lleva “más vaca que carnero”, no cerdo, lo más habitual. Don Quijote no come nunca cerdo ni dice que es cristiano viejo, a pesar de ser hidalgo, algo que sí afirma Sancho Panza.

No aparecen en el libro, ni catedrales ni iglesias, sólo una, con la que “se dan”, y de noche. Don Quijote lucha contra los molinos de viento, que son gigantes con un aspa muy grande (el símbolo de la Inquisición); salva a los galeotes, que la mayoría eran judaizantes o conversos tornadizos condenados a galeras por la Inquisición...

Y un último dato que a mí me parece revelador. En El retablo de las maravillas, ese embuste tan parecido al cuento del rey desnudo, dice que si alguien no puede ver las maravillas del retablo es señal de que es converso... Si no se deja engañar..., es converso. Si no ve lo que los otros ven..., converso. ¡Qué poco se necesitaba para acusar a alguien de criptojudío!... Hasta eso de la Mancha aventuran algunos que alude a la mancha de ser judío, la falta de pureza de sangre, verdadera obsesión colectiva en la época de Cervantes.

Ah, y Cervantes se casó con una judía, Catalina de Salazar, y tuvo una amante, también judía, Ana Franca de Rojas…

lunes, 18 de abril de 2011

MEMORIAS DE UN JUDÍO SEFARDÍ (El tulipán)

(Foto: Eduardo Blanco)

Como mi casa se situaba al lado de la montaña, mi gran afán era salir a recorrer el campo, solo, perderme por ahí. Un día me fui más allá, al siguiente valle, caminando, y de repente veo una cosa que… Mira, cuando el milagro ocurre ya no es milagro. Porque es milagro cuando lo piensas, en la fantasía, pero en el momento en que se materializa ya pasa al mundo real, y eso es lo fantástico.

Pues iba yo por ahí, solo, y de repente noto cómo sale de la tierra algo, despacio, de manera lenta, pero se veía brotar y crecer. Observo una cosa de un color amarillo anaranjado y rojo. Era un tulipán silvestre. Nada más verlo me da una taquicardia, unas palpitaciones que se me sale el corazón del pecho. Porque nunca había visto un tulipán, y era de una hermosura fascinante. Al acabar de abrirse noté cómo se llenaba mi corazón, y todo mi cuerpo, de ternura y amor. Me agacho, lo miro y de pronto el tulipán…, el tulipán empieza a hablarme. Yo pienso ahora racionalmente: ya no tenía dos años, sino más de cuatro, y sabía bien que las flores no hablan, ni mi perro, ni mi burro, y las plantas que tengo alrededor de mi casa no me hablan. Pero aquel tulipán empiezó a hablarme con una voz cálida, baja de tono, suave, como soplando o susurrando, se abre frente a mí y me dice, Dani, quiero ser tu amigo, y le digo, yo también, pero cómo es que hablas… Y contesta: Hablamos, pero no todo el mundo nos escucha; y además, no hablamos con todo el mundo… Me pide: Ten cuidado de no pisarme, porque soy muy frágil. No, no, por Dios, no te preocupes. Yo, lleno de emoción, me acerco, le doy un beso y se me llena toda la cara de un calor dulce… Me dice: Ven todos los días a verme. Y le hago la promesa: Ten por seguro que todos los días voy a venir a verte.

Me vuelvo a mi casa con la preocupación de que nadie lo pise, con el deseo de que nadie lo descubra. No le cuento lo que me ha ocurrido a nadie, ni a mi padre ni a mi madre, pensando que no me van a creer, que se van a reír de mí. Así que fue un secreto entre el tulipán y yo. Y todos los días iba a verlo, hasta que después de mi cumpleaños, el tulipán me dice, mira, mi tiempo se está acabando y yo voy a desaparecer, no dijo la palabra morir; ven a verme el año que viene, por la misma época. Me despido de él, voy a verlo al día siguiente y lo encuentro más mustio, apagándose, y ya no me hablaba. Unos días después desapareció. Esto se quedará grabado en mi mente hasta el último instante en que me muera. Me sentí muy privilegiado porque un tulipán me hablara. He revivido muchas veces esos momentos y lo que entonces sentí. Lo he guardado en mi interior como un tesoro. Poco después, en la escuela nos leyeron ese pasaje en que Salomón habla con las piedras, las rocas, las plantas… Todos los niños se reían menos yo. Yo sabía que Salomón podía haber hablado con las flores, porque yo tenía la prueba, a mí mismo me había hablado un tulipán. Yo pienso que los niños, y más a esa edad, no son tan fantasiosos como la gente cree. Son mucho más realistas de lo que parece. Lo que pasa es que ven con otros ojos, otro estado de conciencia, mucho más cercana quizás a nuestro estado primitivo, en el que vivíamos muy conectados con la naturaleza.

jueves, 14 de abril de 2011

MEMORIAS DE UN JUDÍO SEFARDÍ (El milagro)

(Foto: Asier Castro)

Cuando mi madre tenía siete años de edad, su madre enferma del corazón y muere. Se trasladaron entonces de Paskan a Bucarest. Un hermano de mi bisabuelo Isaac Goldstein, llamado Abraham, era un gran rabino, muy religioso y místico, que al final de su vida prometió ir andando desde Paskan a Jerusalén con más de 100 años, y lo cumplió. Al poco tiempo de llegar murió y está ahí enterrado, en Jerusalén. Este hombre era un santo, un grande en la Torá. Un día viene a visitarlo otro rabino de Polonia, para intercambiar ideas. Van los dos paseando por el campo, interpretando los misterios ocultos del Bereshit, oscurece y ellos siguen hablando. Era una noche cerrada, sin luna, pero abigarrada de estrellas, y de repente el rabino de Polonia se para, le coge las manos, mira al cielo y dice: Abraham, pide ahora algo, que es el momento. Él anuncia: Que todos mis hijos mueran en avanzada edad, que tengan larga vida... Y le contestó el rabino de Polonia: Hecho.

Muchos años después, Abraham se fue un día a Bucarest, y mientras él está allí, una de sus hijas, Sara, se muere; tenía treinta y tantos años. Todo el mundo conocía la promesa. Los judíos entierran a sus muertos muy pronto, igual que los musulmanes. Así que el médico viene, le toma el pulso, está fría, está muerta. Le mandan un aviso a su padre, Abraham, para que venga rápidamente. Viaja toda la noche y llega por la mañana. Le dicen: Sara ha muerto. Él replica, no, no puede ser. Pero es lo que ha dicho el médico, tenemos que enterrarla. Todo esto me lo contó mi madre. Entra en la habitación, mira, ya estaba con la sábana tapándole la cara, y va entonces y le grita: ¡Súrale, Súrale, levántate!.. Y se levantó. Murió luego con más de 80 años. Todos los demás hijos pasaron de noventa…

Es una historia que me impresionó mucho de niño y me impresiona ahora. Estaba muerta de verdad, yo lo creo así. ¡Levántate, levántate!.. Mi madre me dice: No sabes de la familia de santos que vienes... Es verdad que esa parte de la familia de mi madre, los Goldstein, eran muy religiosos, muy metidos en el misticismo y la Cábala. De ahí le venían esos poderes a Abraham. Mi madre tiene ahora 94 años. Mi tío Marku murió con 98... Así que provengo, por parte de esta rama de la familia de mi madre, de antepasados longevos.

viernes, 8 de abril de 2011

MEMORIAS DE UN JUDÍO SEFARDÍ (El cuadro)

(Foto: Josúa Rodríguez)

En el 2009 inicié la elaboración de un libro basado en las Memorias de un judío sefardí llamado Dan Kofler, conocido en el mundo de la música como Dino del Monte. Lo acabé un año después. Es un volumen de 750 páginas en el que recreo la azarosa y apasionante vida del protagonista. Al mismo tiempo, cuento el proceso de acercamiento al mundo judío del narrador, que le lleva a conocer su origen judeoconverso. Paralelamente se da a conocer la enorme presencia de la cultura hebrea en nuestro país a lo largo de la historia y se reflexiona sobre el judaísmo, la cábala y el sentido espiritual de la vida.


El libro se va a publicar en la editorial INFOVA, y no tardará en estar en las librerías. Como en él abundan reflexiones que pueden interesar a los lectores de este cuaderno virtual, iré entresacando pasajes del mismo y ofreciéndolos para quien quiera hacerse una idea de su contenido. Espero que el carácter fragmentario de los textos no impida el disfrute de su lectura.



Se ha hecho de noche. Antes de irme, de subir a mi coche para regresar a Madrid, le pido que me hable de ese inquietante cuadro que preside el salón. Me pide que me levante y lo acompañe. Me coloca delante del cuadro y dice que lo observe bien. La luz del techo lo ilumina. Veo a una mujer rubia, con una melena ondulada cayendo sobre sus hombros hasta sus pechos. Está totalmente desnuda, con los senos bien simétricos, medianos, los pezones oscuros, erectos, pero la figura no inspira un erotismo ni una sensualidad directa, sino algo oscura. Está sentada sobre un sillón de terciopelo rojo, en actitud hierática, como una reina en su trono. Por arriba, en un cielo extraño, enmarcándola, aparece un dosel, como un zimbal, cuyos pies son columnas barrocas, salomónicas. Este mueble flota en el aire, por encima de la mujer. Su cuerpo desnudo es bello, con curvas armoniosas, pero su rostro se muestra rígido, la mirada al frente, pero algo borrosa.

Dino me pide que sin dejar de mirar a la figura femenina me vaya alejando hacia la izquierda. Ocurre entonces algo que me deja sin palabras. Todo el cuerpo de la mujer, menos su cabeza, va girando conmigo. Sus piernas, muslos y brazos (que reposan sobre el sillón) van moviéndose, desplazándose hacia mi lado. Ese movimiento tiene algo de erótico profundamente inquietante. Dino hace que vuelva al centro y ahora que gire hacia el otro lado, hacia la derecha. Ocurre el mismo fenómeno.

Le pido explicaciones y él me dice que este efecto óptico juega con el misterio de la percepción, el ojo que mira y el cerebro que ve. Técnicamente es complicado, porque se trata de jugar con la perspectiva de un modo muy preciso y sutil, una ligera asimetría de las piernas, los brazos y los pies del sillón.

Todavía guarda más misterios este extraño cuadro. Dino va apagando poco a poco las luces del salón, y a medida que hay más oscuridad en la sala, el fondo del cuadro parece más iluminado. Ya sin luz directa, es como si desprendiera un resplandor de nieve, intenso, que sale del fondo, una luz que, no sé por qué, me digo que viene del infinito. El infinito no tiene centro, cualquier punto es su centro, no tiene límites por ningún lado. Así esta luz se sale del cuadro y no sabemos dónde acaba ni dónde comienza.

-Este cuadro se titula La mujer y su destino. Esa mujer es Hanna, y ya te contaré otro día por qué tiene los pies manchados de tierra y una lágrima de sangre que cae sobre su pie derecho.

(P.D. Se trata de uno de los cuadros pintados por Dan Kofler)