MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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domingo, 30 de diciembre de 2012

CONTAR EL TIEMPO



El tiempo es la categoría mental más compleja, más difícil de definir, de explicar y entender. Para la mayoría, el tiempo no es más que eso que medimos y contamos con el reloj y mediante el calendario. Números. Números que miden y cuentan ciclos que se repiten: una hora, un día, un mes, un año... ¿Pero qué es eso que medimos y contamos?

Algo inasible, invisible, inaudible y hasta inimaginable. No tiene forma, ni color, ni olor, ni sonido. Algo abstracto que, para manejarlo, lo identificamos con números y palabras. Pero no podemos confundir el número y las palabras con algo objetivo, real: no existe de ningún modo, por ejemplo, el 31 de diciembre de 2012. No es ningún objeto, ninguna realidad.

El tiempo tampoco es una fuerza invisible, como lo es la gravedad. Ni un hecho, como la erosión o las mareas, o un acontecimiento, como la guerra civil española (por cierto, siempre inacabada).
El tiempo es una construcción imaginaria basada en la repetición de los ciclos de la naturaleza, especialmente del ciclo solar. Así surgió. Como categoría mental ha resultado muy útil para organizar la vida social, el trabajo, el descanso, la comunicación y las relaciones humanas. No podríamos prescindir de ella.

Entendemos el tiempo como la duración de algo. Sin cambio no hay duración. Algo dura mientras no deja de ser lo que es. Identificamos el tiempo con los cambios que se van produciendo en algo. Duración (permanencia), cambio (modificación) y destrucción (desaparición) son las manifestaciones del paso del tiempo.

Pero el tiempo sigue siendo algo incomprensible. Sólo podemos imaginarlo como algo que avanza en una sola dirección: hacia adelante. Pero Einstein nos demostró que no es una realidad objetiva, sino relativa. El tiempo sólo existe con relación a algo que se mueve: si cambia la velocidad con que algo o alguien se mueve, el tiempo transcurrido cambia también. Por eso la flecha del tiempo puede ser reversible, al menos teóricamente.


Pero a mí lo que más me interesa es el tiempo subjetivo: o sea, el modo como cada uno imagina, cuenta y vive su propio tiempo, el de su propia vida. Su tiempo de vida. Y lo primero que digo es que, más que el tiempo, lo que me importa es la vida. Pongo la vida por encima del tiempo. Nos preocupamos por el tiempo porque tememos no durar, morir “antes de tiempo”. Pero todos morimos antes de tiempo.

No me preocupo del tiempo, sino de lo que hago, lo que vivo, lo que siento. No me afano por durar, sino por vivir. Por eso no me gusta contar los días y los meses, ni celebrar cumpleaños, ni recordar fechas, ni programar compromisos. Tampoco tengo ninguna agenda y mucho menos electrónica. Si me olvido de algo es porque debía olvidarme, me digo. Como cuando tengo hambre, no cuando lo dice el reloj. Me acuesto cuando tengo sueño, no cuando toca. Lejos de llevar una vida anárquica, sigo espontáneamente un ritmo mucho más ordenado que la mayoría, aunque muchas veces no sepa ni el día ni mes en que vivo.

Al liberarnos de la obsesión por medir el tiempo, el tiempo acaba alargándose. Al no someternos a los dictados del reloj, estamos mucho más abiertos y disponibles para lo nuevo e inesperado. Al someternos a nuestro propio ritmo, no nos exponemos a los vaivenes y caprichos de los demás. Al olvidarnos de la edad, impedimos que los demás nos encasillen, definan y controlen.

Medir, contar y recordar el tiempo exige una gran cantidad de energía. Es muy costoso y fatigante. La pérdida más estúpida de tiempo es la que dedicamos a medir y contar el tiempo. Confía en tu reloj interior, que mide la vida por la intensidad con que vives, no por las hojas del calendario. Acompasa tu vida al ritmo de lo que haces. Cada cosa requiere su tiempo y su ritmo, es inútil acortarlo o alargarlo. Cuando centramos toda la atención en algo, el tiempo desaparece. Es la mejor forma de liberarnos de la tiranía de tiempo.    

domingo, 23 de diciembre de 2012

LA SOCIEDAD DEL MIEDO




Podemos definir a la sociedad actual de muchas maneras: sociedad de la imagen y el espectáculo, sociedad del consumo, sociedad neocapitalista, sociedad postindustrial y tecnológica... Añadamos una nueva característica: sociedad del miedo.

Estamos avanzando de manera lenta pero inexorable hacia la sociedad del miedo. El miedo se extiende como una marea negra. O como una nube tóxica que cubre el cielo. Ha bastado el anuncio de la supuesta profecía maya para ponerlo de manifiesto.

Vivimos cada vez con más miedo. Individual y colectivamente. No es posible sustraerse a esta ola de negatividad y amenaza. Es una energía pesada que circula por el aire y que no podemos dejar de respirar. Todos contribuimos a difundirla de modo consciente e inconsciente. A nuestro alrededor los mensajes negativos, propagadores del miedo, son tan reiterativos y absorbentes que apenas nos permiten un momento de relajación y optimismo.

El miedo paraliza, bloquea, irrita, debilita y hasta atonta; pero sobre todo nos hace sufrir. El peor miedo es el difuso, invisible y generalizado. Cuando se asienta en las profundidades del alma resulta muy difícil enfrentarse a él, combatirlo o vencerlo. Empezamos a cometer errores, a reaccionar de modo incontrolado e irracional.

Lo peor del miedo es que nos vuelve egocéntricos, egoístas, incapaces de ponernos en el lugar de los otros. Nuestro miedo acaba siendo lo único importante. Absorbe toda nuestra atención. Lo he experimentado estos días. Se ha cernido a mi alrededor una serie de acontecimientos negativos y he ido experimentando en mí el efecto destructivo del miedo. Miro hacia afuera, observo el rumbo de la sociedad actual y de nuestro país y todo incrementa dentro de mí ese miedo larvado y tóxico. Lo personal y lo colectivo se retroalimentan.


La lista de miedos es infinita. Hay miedos antiguos y otros nuevos, como la locura de Newtown, la de Chernobil o la de los trenes de Atocha. Pero también la de perder el empleo o sufrir un desahucio. Cada uno puede hacer una lista de sus miedos, que casi siempre son comunes, compartidos por la mayoría. Un miedo muy terrible es la pérdida del afecto, del apoyo y la aceptación de los demás. Cuando llegamos a ese punto, todo es posible.

No hay otra salida que el pararse, respirar lenta y profundamente, y tratar de sosegar el cuerpo y la mente. Dejar de pensar en uno mismo y preocuparse por los demás. Frente al miedo, despertar el afecto y el amor, fuente de la confianza. Aislarse de la ola de pesimismo, negatividad y amenaza que nos rodea. Dejarlo pasar, no darle ni un miligramo de energía. La energía que entregamos al miedo es energía que perdemos, que despilfarramos y que arrojamos a la marea negra general. Mal para nosotros y mal para los demás.


lunes, 10 de diciembre de 2012

LA DICTADURA PERFECTA

(FOTOS: FERNANDO REDONDO)

Tormenta perfecta, guerra perfecta, crimen perfecto... ¡Dictadura perfecta! El mal también puede alcanzar su perfección. En la historia, casi todos los crímenes conocidos han sido imperfectos, y las tormentas nunca han llegado a ser absolutamente destructivas. Pero todo cambia y hoy nos acercamos a uno de los ideales que siempre han perseguido los poderosos: la dictadura perfecta.

La dictadura perfecta es aquella que nadie reconoce como tal: ni los dictadores ni los subyugados. Aquella que se proclama como lo contrario de lo que es y ¡convence a todos! Es la paradoja del ciego que no ve ni reconoce ni quiere saber que no ve.

Antes los dictadores tenían nombre y rostro: Stalin, Hittler, Franco, Mussolini, Pinochet, King Yon-il... Los dictadores siguen ahí, pero son locales, y casi siempre tratan de legitimarse con algún artilugio democrático, como ahora el hermanito musulmán Mursi. Al hacerse visibles siempre se las podía combatir.

Pero la dictadura perfecta lo es por ser invisible y, por lo mismo, más difícil de definir y combatir. Hoy la dictadura perfecta lo es por ser mundial, anónima, desterritorializada, omnímoda, radial, omnipresente. Pero todavía hay algo más asombroso que hace que esta nueva dictadura global sea aún más perfecta: cada día somos más lo que lo sabemos, los que ya no nos creemos el engaño, pero esto no hace que merme su poder, sino que lo aumente. Esta nueva dictadura mundial ha logrado convencernos, incluso a los que ya sabemos lo que pasa, de que todo es inevitable, de que no hay otra salida que el aceptar su poder absoluto.

Cada día somos más los que descubrimos que este nuevo orden de esclavitud planetaria tiene un centro de poder reconocible: los grandes bancos y empresas multinacionales que concentran casi todo el poder económico y financiero mundial. Es una red perfectamente establecida y que funciona sincronizada, que toma decisiones con total impunidad y a conciencia, sabedor de lo que hace y de las consecuencias de sus actos. Pero esto no nos hace más libres. Cuanto más absoluto es el poder, más lejano, intangible e intocable se ha vuelto.

Este poder, sin embargo, tiene un pequeño fallo: necesita la colaboración activa de los gobiernos llamados democráticos. Esta es la única rendija por la que, ratas cada día más resignadas a vivir en las cloacas, podemos asomar el hocico: exigir una democracia que no sea lo que hoy es, una tapadera del vomitivo orden financiero mundial.


Hay que elevar el tono, llamar ladrones, cobardes y criminales a quienes colaboran, consienten y favorecen el afianzamiento de esta nueva dictadura mundial. Las muertes, sufrimientos, humillaciones y enfrentamientos que están provocando son ya incomparablemente mayores que el conjunto causado por todas las monstruosas guerras ocurridas durante el siglo XX. No exagero: cualquier estadística lo podría confirmar.

Que los políticos sigan haciendo lo que hacen, repitiendo hasta la náusea eso del despilfarro, el haber vivido por encima de nuestras posibilidades, herencias recibidas, déficits, deuda “soberana”, prima de riesgo, rescates, recortes, ahorro, reforma bancaria, laboral, sanitaria, educativa... Que cada día tengamos que tragarnos toda esta basura semántica. Que la mayoría de los medios de comunicación se presten para ser altavoces de estos mantras del adoctrinamiento y el lavado de cerebro colectivo, no es más que la confirmación del establecimiento de esta nueva dictadura que aspira a ser, y ya casi lo es, perfecta. ¿Cuánto durará? ¿Un siglo? No seamos tan pesimistas, que esta es nuestra mayor derrota. Abre este video y verás que no todo está perdido: http://www.charkleons.com/2012/05/como-roban-los-bancos.html

lunes, 3 de diciembre de 2012

EL REGRESO DE LOS SEFARDÍES


Fueron expulsados en 1492. Es imposible saber cuántos marcharon y cuántos se quedaron. Seguramente abandonaron Sefarad casi medio millón y se quedó aquí más del doble. Hoy, según un estudio genético, el veinte por ciento de la población española tiene ascendencia judeo-sefardí. Somos muchos, como para seguir ignorándolo.

Durante más de tres siglos los españoles quisieron olvidar este hecho insólito, hasta que el doctor Pulido inició su campaña de descubrimiento y valoración de estos españoles de la diáspora. Primo de Rivera inició su reconocimiento, otorgándoles la nacionalidad española, lo que permitió un primer y tímido regreso de los sefardíes a nuestro país. Franco, con su decidido y vulgar antisemitismo, estuvo a punto de enviar a los campos de concentración nazi a todos los judíos y sefardíes de nuestro país, de los que hizo un censo que entregó a Alemania. Los que se salvaron fue  gracias a la labor personal de embajadores como Sanz Briz, que pusieron por delante principios humanitarios en contra de la política oficial del franquismo.

Hoy, después de absurdos titubeos, el gobierno va a devolver por fin el derecho a todos los sefardíes de considerarse plenamente españoles. Bastará demostrar su origen sefardí para recibir automáticamente la nacionalidad española. Es el final de un largo proceso que tiene un gran valor simbólico, pero que debería ir mucho más allá.

La expulsión fue un tremendo error histórico. Causó la muerte de miles de sefardíes y apenas podemos imaginar el dolor causado. Pero también empobreció a nuestro país, lo sumergió en el dogmatismo y el oscurantismo religioso y provocó la división y la persecución interna hasta grados casi inconcebibles. El  molde psicológico que creó la Inquisición se extendió a toda la sociedad y hasta hoy padecemos sus consecuencias.

Pero la fuerza y la determinación de los sefardíes, que hasta hoy han conservado su lengua y su añoranza de Sefarad, ha hecho posible que el ciclo histórico se cierre ahora con la vuelta de los sefardíes. Es algo tan admirable que merecería celebrarse con la proclamación de un día de fiesta nacional, en recuerdo de la importancia que los judíos han tenido en la historia de nuestro país.

Deseo que el medio millón de judíos de origen sefardí que hoy anda por el mundo pida su nacionalidad española y vuelva de un modo u otro a la tierra de la que nunca debieron ser expulsados. España lo necesita; su dinamismo cultural, intelectual y emprendedor nos vendría muy bien en estos tiempos de desolación. La judeofobia larvada y explícita que hoy padece gran parte de los españoles es fruto de la ignorancia. Ignorancia, en primer lugar, de la historia, de todo lo que influyeron y dejaron en  nuestra cultura esos otros españoles, a los que desterramos injustamente, y que hoy pueden al fin regresar.    

jueves, 22 de noviembre de 2012

CAMPANAS AL VIENTO


Hace tiempo me pidieron un poema para un festival de campaneros que se celebró en Tierra de Campos. El sonido de las campanas me lleva directamente a la infancia. Fui de niño monaguillo, y toqué muchas veces las campanas: a muerto, al rosario, a misa, a gloria, incluso a rebato... No se tocaba igual, por ejemplo, cuando moría un niño que cuando el entierro era el de un adulto. Las campanas eran más grandes que yo, pero era capaz de voltearlas. Subido a una viga, agarrándome a un clavo, las golpeaba con el pie empujándolas hasta que acababan girando a gran velocidad. A cada vuelta, un empujón. Al recordarlo siento cierto vértigo, pues las campanas colgaban arriba, sobre la espadaña de la iglesia, y era fácil resbalarse, caer y ser lanzado al cielo por la fuerza de la campana como un espantapájaros. Incluso la campana se podía salir del eje y acabar volando por los aires. Pero nunca tuve un accidente. Me fascinaba e hipnotizaba el eco, la vibración producida por los golpes del badajo. El badajo se une a la campana con la verga de un toro. Es el material que más resiste al roce constante de las vueltas de la campana. Este es un poema de encargo, y como tal escrito deprisa, sin pretensiones, pero creo que no está del todo mal.

La campana es seno, útero del silencio,
bóveda recogida en bronce,
temblor que da a luz lo invisible
y lo extiende por el aire.
Vago rumor que rasga el viento...

Vibración inmóvil
que condensa los latidos del mundo,
corazón de la noche que al alba
golpea su dolor contra un cielo
de lejanos fulgores dormidos.

Repique alegre que convoca
chillidos de vencejos o voz funeral
que repite, con honda lentitud,
la fugacidad de la vida, el adiós definitivo.
Vago rumor que rasga el viento...

En lo alto de la torre, un volteo,
un aspa que gira arrojando destellos,
granos de trigo que caen
como nieve, como frutos, como fuego.
Borbotones de un manantial profundo.

A rebato, a gloria, contra la nube,
haciéndose eco del lamento,
anunciando la fiesta antigua,
abriendo un hueco 
que llega hasta el infinito.
Vago rumor que rasga el viento...

miércoles, 14 de noviembre de 2012

EL PODER DE LAS PALABRAS



Las palabras dicen.
Las palabras expresan.
Las palabras hacen.

Dicen algo.
Algo sobre el mundo que nos rodea.
Sobre lo que vemos, oímos y tocamos.
Sobre lo que imaginamos y pensamos.
Las palabras construyen, contienen y trasmiten conceptos.

También expresan algo.
Sentimientos, emociones, deseos.
Expresan lo que sentimos en nuestro cuerpo.

Las palabras, además, hacen algo.
Son actos.
Nos comprometen.
Nos dan poder.

Cambian nuestra mente.
Desencadenan y sostienen o cambian nuestras emociones.
Nos motivan y llevan a los actos.

Pero hay más.
Las palabras nos hacen presentes, nos hacen reales.
Nos otorgan conciencia.

Las palabras son energía.
Mueven y modulan la energía.
Dicen, expresan, hacen, realizan.
No sólo al mundo que nos rodea, sino a nosotros mismos.

Por eso es tan importante todo lo que pensamos y decimos.
Por eso es tan importante nutrirnos con palabras vivas, creadoras, estimulantes.
Claras, iluminadoras. No tóxicas, no destructivas.

La literatura se hace con palabras.
Con el poder de las palabras.







miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL PODER DEL MIEDO (II)


(Vuelvo sobre un tema del que escribí hace tiempo otra entrada)

El miedo es la emoción más poderosa. Todas las otras emociones siguen su patrón. El miedo es una anticipación. Su función evolutiva es ayudarnos a la supervivencia: evitar las amenazas, prevenir los riesgos, predisponernos para el ataque o la huida.

Como toda emoción, tiene una parte mental y otra más corporal o biológica. En el inicio de la reacción emocional siempre hay una imagen, una idea, un pensamiento que desencadena un mecanismo neurofisiológico automático.

Gracias al desarrollo prefrontal del cerebro, podemos establecer una breve pausa (décimas de segundo) entre la imagen del peligro (real o imaginario) y la reacción del sistema límbico. Sólo mediante el aprendizaje se puede llegar a controlar las reacciones emocionales del miedo y su consecuencia natural: el ataque, la huida o la paralización.

El miedo provoca un estado de alerta general, indiscriminada. No distingue entre los estímulos reales o imaginarios, externos o internos, ni establece una gradación en función del peligro. No analiza el origen, ni la distancia, ni las consecuencias de nuestra reacción. Por eso la respuesta que induce es siempre de todo o nada.

El sistema emocional es rápido, y en eso radica su eficacia, pero la mayoría de las situaciones de la vida no exige una respuesta de ese tipo. Vivimos en un mundo complejo. El miedo todo lo simplifica, pero el precio que pagamos por ello es enorme.


Detrás de todo conflicto siempre encontramos el miedo. Es la emoción humana más fuerte (más que el sexo) y por eso la más peligrosa. La sociedad actual se basa cada vez más en la creación y manipulación del miedo individual y colectivo. Lo peor es que necesita reprimir las reacciones de ataque. Huida y paralización son las únicas salidas.

Pero cuando la presión del miedo no se puede controlar directamente, los poderosos recurren a un mecanismo muy simple: dirigirla hacia los otros, inventarse un chivo expiatorio. El caso de Cataluña es tan evidente que parece mentira que una mayoría social no se dé cuenta: España es el enemigo. En otro tiempo fueron los judíos o los rojos. Por cierto, que los judíos siempre están ahí, a mano, para cuando se necesite un enemigo. Por eso el antisemitismo, ni ha desaparecido ni, desgraciadamente, desaparecerá.

Una recomendación: siempre que tengas un conflicto, un problema, una inquietud, una depresión, un arranque de ira... párate y analízalo. Encontrarás detrás el miedo, el miedo a algo. Cuanto más concretes ese miedo, cuanto más y mejor lo definas, mayor capacidad tendrás para controlarlo. Incluso para darle la vuelta y convertirlo en un impulso, en una fuerza positiva. De esto saben mucho los verdaderos toreros; incluso los buenos escritores. Los dos encaran el último miedo, el más real y el más imaginario, el más general y el más concreto: el miedo a la muerte.       

sábado, 20 de octubre de 2012

EL ARTE DE LA NOVELA


Ando metido en escribir una novela. Escribir una novela es algo más que crear una ficción. Hay que reflexionar al mismo tiempo sobre qué se está escribiendo y cómo. No entiendo a esos escritores que repiten una y otra vez la misma técnica, los mismos recursos narrativos. Esas novelas nacen muertas. La vida no se repite ni un segundo.

Mientras escribo voy construyendo una teoría de la novela. Tomo decisiones en función de esa teoría. La pongo a prueba a cada página. Ahora, por ejemplo, creo que toda buena novela es una mezcla de realidad e invención. O sea, que hay elementos cuyo único sentido es el ser fieles a la realidad, pero otros sólo alcanzan su verdad en la ficción o la invención.

Hay una literatura de los hechos y otra de la ficción. Es muy difícil crear una novela sólo con los hechos, pero también sólo con la ficción. Tanto en un caso como el otro, lo que el lector tiene que percibir y sentir es la verdad, o sea, que la novela no miente ni engaña.

La verdad no es la mera transmisión de los hechos, sino la sensación de que esos hechos, global o esencialmente, han ocurrido tal y como son contados. Para poder transmitir esta verdad hay que conocer esos hechos del modo más objetivo posible. Es el principio de realidad de la novela, por eso  toda novela exige documentación, estudio, reflexión sobre lo que se cuenta para no falsear los hechos, para no mentir, para no engañar. Cuando así se hace, la novela produce un efecto de realidad, que es algo a lo que la novela no puede nunca renunciar.

Pero es imposible construir una novela sólo con la realidad, entre otras cosas porque hay que crear, en primer lugar, la ficción del narrador. El narrador no es el autor, sino el que se responsabiliza de acto de la enunciación del texto mismo. Es quizá lo más difícil. Porque ese narrador tiene que producir siempre un efecto de verdad en el lector, de sinceridad, de compromiso con lo que escribe, aunque utilice la ironía o  el humor. La voz del narrador lo condiciona todo: lo que se cuenta y cómo se cuenta.


El otro problema básico de la novela es el manejo del tiempo y el espacio. El tiempo y el espacio se pueden convertir en estructuras de hierro cuando no se controlan o dominan. La mayoría de las novelas se somete a un orden temporal y espacial que ahoga la escritura. Hemos entrado en la era de la relatividad del tiempo y el espacio. La novela puede estructurarse a partir de este principio.

El peligro siempre está, tanto cuando se narran hechos reales como inventados, en producir un efecto de arbitrariedad. El mundo de la novela no puede ser nunca arbitrario, debe responder a un orden y un sentido interno, el que construye el texto mismo a cada párrafo, a cada página. Una simple frase o una palabra fuera de lugar pueden destruir ese efecto de realidad, verdad y autenticidad que todo novela debe producir.

Escribir una novela es someter cada palabra, cada adjetivo, cada frase, cada párrafo, cada capítulo a un riguroso examen de coherencia. Coherencia con los temas (nunca hay un solo tema), con los hechos, con la voz del narrador, con el tiempo y el espacio. El lector está siempre ahí, observando, censor exigente, pero también apasionándose con cualquier hallazgo, con cualquier sorpresa. Para escribir hay que dejar el yo de lado para desdoblarse, para ser dos al mismo tiempo: el narrador y el lector.

 

viernes, 12 de octubre de 2012

LA PÉRDIDA DE MEMORIA

La gente tiene mucho miedo a perder la memoria. En cuanto no se acuerdan de algún dato (un nombre, una fecha, el título de un libro o una película...) enseguida saltan con aquello de "...Es el Alzheimer". Lo dicen medio en broma, para disculparse y desdramatizar la situación, pero en realidad la frase revela un miedo real, cada día más extendido, a padecer esta enfermedad, que empieza a asustar tanto como el cáncer. Muchos acaban poniéndose a prueba a cada paso, obsesivamente, y claro, acaban convencidos de que han entrado en una fase irreversible. No importa la edad: ya he oído la frase a mis alumnos, que no tienen ni veinte años.

Yo, la verdad, estoy mucho más preocupado por lo que no olvido. Por la cantidad de basura que recuerdo: datos, nombres, imágenes, sucesos... totalmente insignificantes, cuando no tóxicos, obsesivos, inútiles.

(Foto: Fernando Redondo. Sierra de Madrid)

Para recordar lo significativo, nada mejor que olvidar lo supérfluo. La mente almacena todo, sin orden ni control. Si nos dejamos llevar por todos los estímulos que recibimos, nuestra memoria se convierte en una tienda de chinos o del rastro, llena de cosas inutiles, de residuos, de basura mental, de miedos absurdos, de rencores, de ultrajes, de humillaciones, de nimiedades, de datos estúpidos, de preocupaciones paralizantes.

No conviene confundir cultura, saber, conocimiento, con tener una memoria excelente para recordar  eso que podríamos llamar "cultura de masas", y que sirve para los concursos de la tele. No, lo más importante es no perder la capacidad de pensar, de pensar libre y autónomamente. La memoria ha de estar al servicio del pensamiento, no al revés.

Preocúpate de pensar, de razonar, de criticar las ideas que te imponen, la información que recibes, la manipulación de los sentimientos, las mentiras que quieren que recordemos y para eso las repiten cada día. Preocúpate porque recuerdas sólo lo que quieren que recuerdes y así te olvidas de lo más importante: pensar por ti mismo.

Si piensas, recordarás lo que necesites recordar. Porque no piensas para recordar, sino para vivir. Tampoco sabes para recordar, sino que recuerdas porque sabes. Y sabes, no para demostrar a los demás que sabes, sino para vivir mejor y más intensamente. La mejor manera de conservar la memoria es ejercitar la concentración y el pensamiento.

Recuerdas para vivir, no vives para recordar. Cuanto más vives, más y mejor recuerdas, porque sólo recordarás aquello que más y mejor te ayude a vivir intensamente el momento presente.


jueves, 11 de octubre de 2012

DIÁLOGOS SOCRÁTICOS (2)

ESTA ENTRADA FUE PUBLICADA HACE CASI TRES AÑOS EN MI BLOC. ME HA LLEGADO AHORA UN MENSAJE DE GOOGLE DICIENDO QUE HA SIDO DENUNCIADA POR IR CONTRA LOS DERECHOS DE AUTOR DE NO SE SABE QUIÉN NI POR QUÉ. ES, COMO TODO LO QUE AQUÍ ESCRIBO, UNA CREACIÓN PERSONAL Y ORIGINAL. ESTO DE DENUNCIAR A ALGUIEN ANÓNIMAMENTE Y SIN SABER DE QUÉ SE LE ACUSA NI POR QUÉ ES UN PROCEDIMIENTO INQUISITORIAL QUE NO PODÍA IMAGINAR FUNCIONARA EN GOOGLE. COMO ME DICE UN AMIGO, A LO MEJOR HA SIDO PLATÓN QUIÉN LO HA DENUNCIADO.
ME PIDEN QUE MANDE UN IMPRESO FIRMADO ARGUMENTANDO MI DEFENSA O QUE LO RETIRE DEL BLOC. ¡TOMA YA!

-¿Y tú, quién eres?
-Yo soy una tautología.
-Explícate.
-No puedo.
-Inténtalo.
-Lo intentaré. Pues... soy un ser vivo que vive sin saber lo que es vivir.
-Dices que no sabes qué es vivir, pero sabes que estás vivo. No te entiendo.
-Yo tampoco.
-¿Qué es lo que no entiendes?
-Cómo se puede vivir y no tener ni idea de lo que es vivir.
-Te refieres a la vida en sí, la biológica, porque este bisílabo abarca mucho.
-Sí, demasiado. A esas palabras tan grandes había que cortarles un poco los humos.
-Las alas, los vuelos, querrás decir.
-Sí, eso.
-Pues hazlo. A lo mejor así te aclaras un poco.
-Pues venga tijera: no comprendo la respiración.
-Coges aire y lo expulsas. Inhalas y exhalas: eso es todo.
-Eso no es explicar. Eso es una tautología. ¿Ves? Ahí quería yo llegar. En cuanto tratamos de comprender caemos en la tautología. Así no hay forma de entender nada.
-Podemos intentarlo.
-Intentar, intentar... Nos pasamos la vida intentando para nada.
-Te veo muy pesimista. Yo no creo que sea tan difícil definir la respiración. Tomas aire, lo llevas a los pulmones y lo arrojas por donde ha entrado.
-Eso no es definir, sino describir, echar mano de palabras huecas para explicar un hecho inexplicable. Porque empecemos por el aire, ¿qué es? Algo que no se ve. Me dirás que el humo se ve, pero está claro que el humo no es el aire, y si no, intenta respirar humo: te asfixias.
-No se ve pero se siente. Si te soplo ahora en un ojo lo cierras, ¿no?
-Sí, lo siento, pero el sentir es todavía más inexplicable que el respirar, así que no nos vayamos a la estratosfera. Sigamos en la atmósfera. Digo que vivimos porque respiramos, pero que no sabemos lo que respiramos.
-Oxígeno, eso está demostrado.
-Bueno, supongamos que la vida, reducida a respiración, sea tomar oxígeno de por ahí, llevarlo a los alvéolos y echarlo luego hacia la atmósfera un poco más sucio. ¿Pero sabes tú acaso qué es el oxígeno? No te pregunto ya de dónde ha salido ni por qué él, y no el azufre, por ejemplo, es la base de la vida. Yo te pregunto si entiendes qué es eso de un átomo de oxígeno.
-Eso está ya perfectamente estudiado por los atomistas. Hay electrones, y protones, y neutrones, y luego quarks: ahí se acaba todo.
-Y neutrinos y antimateria y materia oscura y energía oscura y millones de partículas sin identificar. Pero dejemos esto y vayamos a la partícula última, la mínima, sea como sea y haya las que haya. ¿De qué está compuesta? ¿Qué es en realidad?
-Eso todavía no se sabe, pero sabemos todo lo demás.
-No, no se sabe, sólo se verbaliza engarzando tautologías.
-¿Y tú lo sabes?
-Sí. Al final de todo no hay nada, la nada más absoluta que te puedas imaginar. Esto es impepinable, y no puede ser de otro modo, salvo que nuestra mente no sea más que un disparate. Sólo la nada más radical puede sostener el todo, porque si hubiera algo, ese algo tendría que ser explicado a su vez por otra cosa, y así hasta el infinito, lo que es un absurdo y un imposible. Esto tiene que ser categórica y necesariamente así, lo que pasa es que es esto justamente lo que no podremos, ni ahora ni nunca, comprender. Así que ya ves, después de un rodeo, hemos vuelto al principio, la tautología.
-Casi me convences.
-A mí me convenció antes Chuang Tse. Mira lo que escribió hace casi tres mil años: Lo que existe no puede hacer que existan las cosas. Todas ellas surgen de la no existencia.-Eso sí que es volver al principio, porque los chinos no conocían el microscopio de túnel.
-Ni el acelerador de partículas, que no es más que meter un trozo de vacío en un tubo larguísimo para que de esa nada salte una chispa.
-Sorprende que, por caminos tan distintos, se llegue al mismo sitio.
-En el centro de nuestro corazón tenemos un agujero negro, hermano.
-O blanco, hermano, o blanco, quién sabe.

jueves, 27 de septiembre de 2012

LA CRESTA Y LA OLA


Las olas del mar, cuando llegan a su punto álgido, se encrespan y acaban rompiendo contra las rocas o disolviéndose en la arena. No todas las olas tienen cresta, por eso podemos diferenciar la cresta de la ola. La imagen viene bien como símil de los movimientos sociales y de masas actuales.

Cuando la ola adquiere cierta envergadura, surge la cresta. La cresta hace más visible la ola. La ola se forma por un empuje inicial que va aumentando por la inercia que el propio volumen de la masa de agua genera. Hablemos de tres movimientos de muy diverso signo, pero con el mismo mecanismo interno: el independentismo catalán, el islamismo y el 15-M y sus ramificaciones, como el 25-S (la dificultad para nombrar a este último movimiento nos obliga a acudir a estos guarismos).

La cresta de estos movimientos es lo que suelen recoger los periódicos y televisiones, o sea, los aspectos más visibles. Lo más frecuente es confundir entonces la cresta con la ola. Tiene su lógica, porque no hay cresta sin ola.

Identificar la cresta con la ola produce dos efectos opuestos: aumentar o disminuir la ola.  Aumentar significa arrastrar a más gente, adquirir más fuerza; disminuir, iniciar su disgregación. La cresta-ola se convierte así en lo más importante: un instrumento eficacísimo de propaganda y propagación, ya sea para hacer crecer el movimiento o para destruirlo. Es aquí donde interviene decisivamente el poder.

Los movimientos que carecen de un grupo de poder (ideológico, político, económico) que los sostenga, acaban en el caos y la autodisolución. Es el destino fatalmente anunciado para el movimiento del 15-M y todas sus variantes en la medida en que no es capaz de articularse política, ideológica y económicamente. Como el poder tiene mucho miedo a la "rebelión de las masas", este movimiento ejercerá su influencia en la medida en que se convierta en una amenaza real (desorden social, pérdida de votos, violencia incontrolada), pero al mismo tiempo servirá para legitimar la represión y afianzar el poder al que intenta combatir.

Hablemos de los otros dos movimientos, que sí tienen detrás grupos de poder: el independentismo catalán y el islamismo. El independentismo ha sabido muy bien transformar la cresta en ola arrolladora (la última manifestación de la Diada: 200.000 personas se convirtieron en ¡dos millones!, que no caben ni en todas las calles de Barcelona); el islamismo crece cada día con el foco mediático que cada uno de sus actos violentos provoca. Algunos han visto la semejanza de ambos movimientos. No se equivocan: nada más perecido a un independentista quemando una bandera española que un islamista quemando una bandera americana o francesa.

Lo que más me sorprende de estos fenómenos es la ceguera de quienes colaboran pasiva y decisivamente a que la ola crezca de modo amenazante. Muchos dicen: hay que distinguir a la minoría de fanáticos y exaltados de la inmensa mayoría, que es pacífica. Se añade que, mientras un movimiento no sea violento, hay que aceptarlo. Aceptarlo significa dejarlo crecer por su propia inercia, empujado por los grupos de poder a los que interesa que prosiga su rumbo.

Pero lo decisivo no es la cresta, sino la ola, o sea, esa masa amorfa que va siendo arrastrada y que se deja arrastrar. Sin ella, la cresta sería eso, espuma. Lo decisivo son los medios de comunicación que convierten la cresta en ola, y la ola en algo natural. Lo decisivo es la actitud ciega de los que rechazan la cresta mientras se unen a la ola. Lo decisivo es que los que se sienten arrastrados no se den cuenta de que ya forman parte de la ola y que han perdido toda capacidad de resistencia.

Es el caso de la mayoría de los musulmanes, incapaces de criticar o separarse un milímetro del curso que marca la ola. Es el caso de muchos catalanes, incapaces de oponerse a la ola independentista (el caso de los socialistas catalanes es patético, pero también el del PSOE, IU y el PP, los Sindicatos y hasta la COE). Si el movimiento prosigue, sin nada ni nadie que se oponga a su arrastre, lo normal es que acabe triunfando.

Pero demos un paso más: ¿Por qué un movimiento de estas características puede acabar triunfando?
Lo diré muy claro: porque es capaz de propagar eficazmente la mentira y al mismo tiempo despertar sentimientos profundos y masivos de odio, rencor, desprecio, fuerza y superioridad.

Pero la mentira debe pasar por verdad, y el desprecio, por justicia. Es aquí donde interviene la propaganda, la coacción, la manipulación informativa, la ideología... ¡y el miedo! El miedo a separarse de la ola, al aislamiento, al ser señalado como traidor, colaboracionista o enemigo. No hay mayor pavor que el verse rechazado y amenazado por el grupo. Entiendan por qué muchos "charnegos", después del lavado de cerebro de la inmersión lingüística, acaban siendo independentistas.

Para mejor comprender lo que digo, piense el lector en el nazismo, autodenominado nada menos que "nacionalsocialismo". No todos los alemanes eran nazis, pero acabaron formando parte de la ola. ¿Qué tenía de malo el defender la nación y el socialismo? Una vez que se forma parte de la ola ya no es posible dejar de llegar allí donde la ola te arrastra. Sólo así se entiende que individuos pacíficos se convirtieran en asesinos.

¿Cuántos ciudadanos pacíficos y sinceramente demócratas forman ya hoy parte de la ola independentista? Voy a ser provocador: hasta los seguidores del Barça experimentan el empuje de la ola. No es casual que el anterior presidente del Barcelona sea hoy un fanático independentista, así como el elegante Guardiola se declare también independentista. El mayor éxito del catalanismo es que un murciano, un leonés o un extremeño, seguidor del Barça, acabe comprendiendo, no sólo el sentimiento independentista catalán, sino aceptando todos sus argumentos. La identificación con su equipo les impide el ver que ese equipo es, además de un gran equipo, un instrumento activo del independentismo. Le ocurre lo mismo al izquierdismo progre, incapaz de evolucionar y pensar, tan comprensivo y tolerante con algunos intolerantes, con tal de que sean vascos, catalanes, palestinos o islamistas (aunque se maten entre sí).

Ser ciudadano libre es, ante todo, no seguir ni formar parte de ninguna ola, sino pensar, tomar decisiones y votar con argumentos e ideas propias, fundamentadas en la verdad y la reflexión, no en ninguna presión social, mediática, de grupo, de partido o de ideología. Esto supone vigilar mucho los sentimientos de odio, rencor, desprecio y superioridad, tan humanos, pero tan tóxicos y corrosivos.




martes, 18 de septiembre de 2012

ALETEOS NEGROS

(Fotos: Manuel Lemos)

Veloces del fondo inmóvil vienen, quién sabe qué, quiénes, y me inquieta su sombra, aleteos negros a mi derecha, por arriba, por abajo, los veo con el rabillo de ojo, vuelan como murciélagos y desparecen, fugaces señales de ese mundo que no veo pero que está ahí, aquí, siempre presente, rodeándome, yo sumergido en él, y acaso los fugaces instantes en que me doy cuenta son también para otros seres fugaces reverberaciones que tampoco saben interpretar, también perplejos en el otro lado, al otro lado de la pared de cristal que es un velo que vela lo transparente.

Esa vibración oscura deja su eco dentro de mí, y en el centro de mi pecho una inquietud hormigueante, ondas que no encuentran su acomodo en las olas del infinito. La paz. La serenidad. La mirada del infinito contemplando el infinito. La quietud, la absoluta inmovilidad de los hojas brillantes del magnolio contra el azul diáfano del cielo, el mar abajo en profunda calma. Y en esa suavidad una dulce disolución.

Así el ser que vino de la nada vuelve a su eterna e inconmovible calma. Así disolverme hasta olvidar incluso la posibilidad de ser, habiendo sido.  

martes, 11 de septiembre de 2012

ROMANCE DE LOS PALOMARES

Fáfilas (León)Villarramiel (Palencia. España)(Foto: Carlos Guzmán)

Mi amigo Carlos Guzmán va a realizar una exposición fotográfica sobre los palomares de Tierra de Campos. Me piden los organizadores un poema sobre el tema. Improviso un romance, que escribo enseguida, sin ninguna pretensión literaria. Es casi imposible eliminar del romance su pátina antigua: la estructura rítmica condiciona su contenido. Ni Lorca  logró despojarlo de sus ecos tradicionales y populares. 
Para los que vivimos una infancia en la que ese pasado aún seguía vivo, con el deseo de que estos originales monumentos no desaparezcan.

Por el ancho mar de trigo,
una ola de palomas.
Entre surcos oxidados,
la blanca nube se posa:
nïeve sobre la arcilla,
sobre la llanura roja.
El redondo palomar
como un árbol se deshoja;
quedan vacíos sus nidos,
silencio de plumas rotas.
En los desolados campos,
tejadillos de pagodas:
el oro de los adobes
relumbra sobre las lomas.
Más voraz que el gavilán
el tiempo los desmorona.
Llega un arrullo de siglos,
zureo entre ruinas góticas.
Los pichones se acurrucan
hasta que surge la aurora;
con el lápiz de sus picos
pintan de rosa las horas.
Junto al tapial carcomido,
el viejo arado reposa.
Entre espadañas y juncos,
un lejano rumor de olas.
La laguna se despierta
con el canto de la alondra.
A su orilla las zuritas
beben ya su propia sombra.
Palomares de mi infancia,
sois de estos campos coronas
que en otro tiempo se alzaron
entre un fulgor de amapolas.
Sueños de sueños aún vivos
que de estas tierras aún brotan.


domingo, 2 de septiembre de 2012

ENSEÑANZAS DE SEM TOB DE CARRIÓN (2)



Como dije, Sem Tob vivió en la época de Pedro I, al que dedica sus coplas. Reflejo de este momento es este texto que encontramos al final del Vidduy

Urtzi Vera · Baile primaveral
"Hemos pecado más que cualquier otro pueblo, estamos más avergonzados que cualquier otra nación, se ha marchado de nosotros la alegría, nuestro corazón está doliente por nuestros pecados; han sido reducidos a la nada nuestros ayes y hemos sido despojados de la gloria; la ofrenda de nuestro santuario ha sido destruida por nuestra culpa; nuestra aldea ha sido convertida en desolación; nuestra hermosa tierra ha pasado a extranjeros, nuestro vigor, a extraños; ante nuestros ojos han usurpado nuestra hacienda, unas gentes más talludas y de bruñida piel que nosotros, y nos han impuesto su yugo, que cargamos sobre nuestros hombros; esclavos señorean en nosotros sin que haya quien nos libre de su mano; muchas tribulaciones nos rodean; te llamamos, Señor, Dios nuestro, pero te has alejado de nosotros por nuestros pecados; nos hemos apartado de seguirte y hemos andado errantes como ovejas y nos hemos perdido”.

En el Vidduy, el rezo del día del perdón (Yom Kippur), Sem Tob repite la idea de que ha sido el pecado el origen de todos los males del pueblo judío. Lejos de culpar sólo a los enemigos, los judíos han mirado también hacia sí mismos, tratando de encontrar en su propia conducta la causa de tantas persecuciones. Aunque Sem Tob siga una larga tradición, podemos encontrar en sus palabras ecos de la nueva situación en la que se hallaron los judíos españoles a partir de la segunda mitad del siglo XIV.

Pero es su libro de Proverbios el que más nos interesa hoy. La reflexión sobre la vida y el comportamiento humano ocupan el centro de sus Consejos Morales:

Se torna sin detenencia la mar mansa muy brava,
e el mundo desprecia hoy al que ayer loaba.

Non a del todo cosa mala, nin toda buena:
Más que suya hermosa, querría fea ajena:
que el hombre non codicia si non lo que no tiene,
el luego lo desprecia desde que a mano le viene.

La idea de que el mundo está por encima del hombre es quizás de las más originales. Lejos del teocentrismo, pero también del antropocentrismo, dice:

El mundo no tiene ojo, nin entiende hacer
a un hombre enojo nin a otro placer.
Razona cada uno según la su hacienda,
él non ha con ninguno amistad ni contienda:
nin se apaga nin se ensaña, nin ama nin desama,
nin ha ninguna maña, nin responde ni llama.

Sobre la envidia llega a decir que el hombre “non se tiene por harto sino con el hambre de otro”. Y añade:

Yo hallo en el mundo dos hombres y non más,
e hallar nunca puedo el tercero jamás:
un buscador que cata e non alcanza nunca,
e otro que no se harta hallando lo que busca”.

Sus comparaciones son sencillas y eficaces: ninguna cosa puede crecer sin decrecer, como le ocurre a la luna; la codicia es como el mar, sin orilla ni puerto; quien tiene las talegas llegas, “vaciará” de seguridad sus venas; la mejor riqueza es el saber; tenemos dos orejas y una lengua, para que escuchemos más que hablemos; de lo que más necesitamos es de lo que más tenemos: el aire y el agua; no hay mal sin bien, ni bien sin mal; la saeta llega sólo al presente, pero la escritura llega “más allá del mar ausente”.

La lengua de Sem Tob les resultará muy atractiva a todos los serfardíes, pues su castellano está muy cerca del que ellos aún conservan.




martes, 28 de agosto de 2012

ENSEÑANZAS DE SEM TOB DE CARRIÓN (1)



Entre mis lecturas de verano he dedicado un tiempo a los Proverbios Morales del sabio judío español o sefardí Sem Tob. Vivió en Carrión de los Condes (Palencia) donde floreció una gran comunidad judía en el siglo XIV. Vivió Sem Tob la guerra entre Pedro I (mal llamado el Cruel) y su hermano bastardo Enrique de Trastamara. Pedro I era protector de los judíos, pero perdió la guerra y con esta derrota cambió la situación de los judíos españoles, que pasó de la tolerancia de Alfonso X a las matanzas de 1391.

Sem Tob representa lo mejor de la tradición judía, llena de sabios escritores que han dejado una influencia decisiva en nuestra cultura. Además de estos proverbios se le conoce por una composición, el Vidduy, una oración de penitencia que todos los sefardíes ha rezado durante siglos en la celebración del Yom Kippur.

Los Proverbios no es un libro religioso, pero fue prohibido por la Inquisición y su lectura considerada signo de judaizar. En 1492 fue juzgado por la Inquisición de Cuenca Ferrán Verde acusado de haber leído "las coplas del rabí" Sem Tob. Se defendió Ferrán argumentando que no tenían nada contra la fe católica. Para ello copió de memoria 219 coplas que recordaba y afirmó:

"Digo que yo juro a Dios nuestro señor e a San María su Madre e a las palabras de los Santos quatro Evangelios, por doquiera que se recuentan, que yo no dexo ninguna d'ellas de quantas a la memoria me han venido ni he podido saber: como quiera que eran más d'estas, pero todas por el estilo y de buenos castigos e exemplos".

Como puede deducirse, el libro fue transmitido oralmente, haciendo uso de la memoria, el mejor medio para huir de los inquisidores, pero ni siquiera en este caso pudo escaparse el acusado del ojo omnipresente del Santo Oficio.

El libro consta de casi 700 coplas, que son composiciones de dos versos alejandrinos con cesura y rima en la sílaba final, con independencia de que sea tónica o no. Está escrito con abundantes recursos propios de la poesía hebrea y árabe (sinonimia, homonimia, paronomasia, paralelismos, quiasmos, antítesis...) y expresa una visión del mundo en la que todo lo humano se nos presenta como mudable, inestable, fugaz. La mirada del sabio siempre descubre los contrarios, y sólo en su contraposición alcanza el hombre la verdad.

Lejos de todo dogmatismo, muchos de sus pensamientos están inbuidos de una modernidad que los hace plenamente actuales. Sem Tob muestra una gran agudeza en la observación del comportamiento humano y en el descubrimiento de sus motivaciones psicológicas. Enseñanzas para vivir con sabiduría.

Recojo algunos de sus consejos (he modernizado la ortografía para facilitar su lectura):


Si no es lo que quiero, quiera yo lo que es;
si pesar he primero, placer habré después.

En lo que Lope gana, Rodrigo empobrece;
con lo que Sancho sana, Domingo adolece.

Non ha noche sin día, nin segar sin sembrar,
ni caliente sin fría, nin reír sin llorar.

No hay sin tacha cosa, nin cosa sin zozobra,
nin sin fea hermosa, ni sol hay sin sombra.

La bondad de una cosa se sabe por su revés;
por agrio la sabrosa, el haz por el envés:
si noche no hubiésemos, ninguna mejoría
conocer no sabríamos a la lumbre del día.

Con todos no conviene usar por igual,
mas (sino) a unos con bien e a otros con mal.

lunes, 20 de agosto de 2012

LECTURAS DE VERANO


 (Fotos: Daniel Moreno)
El espíritu de las olas

No tengo un plan de lecturas. Me dejo guiar por el azar. Son tantos los libros hoy disponibles, que resulta imposible seguir un orden. Mis lagunas, como las de la mayoría, son más bien oceánicas. Lo que sí hago es dejarme llevar por el instinto. Y no leo lo que no me gusta o de lo que no saco provecho. No sigo modas, así que no estoy a la moda de nada.

Este verano, por ejemplo, he leído los siguientes libros:
Atardecer en el Salar de Uyuni
-Riña de gatos, de Eduardo Mendoza. Me interesaba por el tema de la guerra civil (ando metido en una novela ambientada en esa época). Hasta la mitad lo leí con cierto interés. Luego ya me parecío una tontería. La trama se vuelve tan artificial como inverosímil. Y la supuesta ironía no me hace ninguna gracia.

-Sangre, de Mercedes Abad. A mí me gusta esta escritora, su estilo, su imaginación y su humor. Hasta la mitad, la novela va muy bien, pero luego poco a poco se despeña porque acaba rizando el rizo. Una pena, pero me lo pasé bien con su lectura.

-Viaje a la felicidad, de Eduardo Punset. Muy flojo. Desordenado, confuso, con muy pocas ideas nuevas o de Arenas del Namibinterés. La supuesta fórmula matemática de la felicidad que se inventa es un galimatías que no sirve para nada. Lo más interesante, la entrevista con Robert Saplosky.

-David Golder, de Irene Némirovsky. Fue su primera novela, y es una gran novela. Nadie como ella ha reflejado el lado grotesco, perverso y estúpido de cierta burguesía judía de la época anterior al nazismo. Lejos de idealizar a los judíos, esta novela nos ayuda a distinguir entre el judío materialista y la gran cultura y tradición del judaismo intelectual y humanista, que es la que a mí me interesa. 

-Proverbios morales, de Sem Tob de Carrión. Escrito en el siglo XIV, tiene hoy tanto interés como entonces. Lo comentaré próximamente y hablaré sobre este autor judeoespañol.

-Primera Memoria, de Ana María Matute. Premio Nadal en 1959. Ambientada en la guerra civil, me parece una extraordianria novela, que debería figurar al lado de las mejores obras de posguerra.