El término democracia debe ser
rescatado y redefinido constantemente. Muchos lo usan de modo
interesado y espurio para encubrir todo lo contrario: la imposición
arbitraria, el poder tiránico, el totalitarismo encubierto, la
manipulación masiva.
Empecemos diciendo que la democracia se
asienta sobre un conjunto de valores humanos y democráticos.
Valor es lo que es valioso porque sirve, porque es útil y
bueno para el
individuo y la sociedad, porque favorece el bienestar y
la justicia. ¿Qué valores
son estos?
Podemos agrupar los
valores en torno a tres conceptos: individuo, ciudadano y asociación.
El
individuo
es el sujeto básico de la existencia y la sociedad humana.
La
democracia defiende los valores
del individuo o
la persona:
la libertad, la independencia, el conocimiento, el bienestar, etc.
También
defiende la democracia al ciudadano.
El
ciudadano es el sujeto de derechos y deberes jurídicos. La
propiedad privada es un derecho ciudadano; el pagar impuestos, un
deber. La igualdad ante la ley es un derecho; el respetar las
leyes de trafico, un deber; etc.
La
democracia se asienta también en el concepto de asociación.
Una
asociación es una agrupación libre de individuos que se unen para
defender intereses, fines o proyectos compartidos.
La democracia es
el establecimiento y la defensa de los valores democráticos del
individuo, el ciudadano y los grupos o asociaciones.
El
estado democrático
es el que define y defiende los derechos y deberes de los individuos,
los ciudadanos y los grupos que se constituyen y desarrollan en un
sociedad concreta.
El
ámbito individual
es en el que menos debe intervenir el estado. El estado, frente al
individuo y sus valores, no ha de hacer otra cosa que garantizar su
libertad: libertad de pensamiento, de conciencia, de creencias, de
gustos, de acciones, de movimientos, etc. El individuo es el único
responsable de su propio desarrollo personal, de sus pensamientos, de
sus ideales, su esfuerzo, su conciencia. En contra de lo que solemos
pensar, el ámbito de nuestra individualidad, de nuestra vida
personal e intransferible, es mucho mayor que cualquier otro. Debiera
ser también el que mayor interés, atención y esfuerzo ocupara en
nuestra vida. Digamos, por ejemplo, un 80%.
El
ámbito ciudadano
debe
ser definido y regulado por el estado. El principio básico aquí es
el de la igualdad.
Así
como en el ámbito del individuo, lo fundamental es defender la
diferencia,
el hecho de que somos únicos y singulares, aquí lo fundamental es
asegurar la igualdad ante la ley. Igualdad de derechos y de
obligaciones. A este ámbito de nuestra vida podríamos dedicarle,
por ejemplo, un 10% de nuestro tiempo y esfuerzo, no más. No quiere
decir que sólo tenga ese 10% de importancia, sino que debiera estar
asegurado lo suficientemente por el estado como para que no
requiriera de nosotros más que ese esfuerzo o dedicación. Cuando un
estado no asegura esa igualdad y define y defiende el ámbito
ciudadano, entonces nos obliga a definirlo y defenderlo a los
ciudadanos con un sobreesfuerzo de vigilancia, control y protesta. Es
lo que hoy ocurre.
El
ámbito asociativo
depende tanto del individuo como del ciudadano. ( Este ámbito podría ocupar en nuestra vida un 10%). El estado debe
regular este ámbito para que la acción de las asociaciones se
ajuste a sus fines y asegure la libertad del individuo, pero no
debiera ser el responsable ni intervenir directamente en ellos. La
agrupación pertenece a la iniciativa ciudadana, no al estado. El
estado no tiene obligación alguna de crear ni de sostener a las
asociaciones.
El
estado tiene instituciones,
no asociaciones o grupos. Las instituciones no buscan fines
particulares o de grupo, no responden a intereses corporativos o
asociativos, sino que emanan de su función básica, el asegurar el
cumplimiento de los deberes y obligaciones de los ciudadanos y los
grupos. La confusión entre asociación e institución es uno de los
males más perniciosos de nuestra democracia. Ni los partidos ni los
sindicatos ni las compañías ni los bancos son instituciones, como
tampoco lo son los equipos de fútbol. (Se entiende por qué los
nacionalistas han convertido al Barça en algo “más que un club”).
Las
sociedades modernas se organizan como estados
democráticos sobre
la base del individuo, el ciudadano y la asociación. Para entender
la importancia de esta forma de organización social hay que
compararla con cualquier otro sistema del pasado o de los estados no
democráticos. Los sistemas no democráticos se fundamentan en
conceptos como el de tribu,
secta, casta, raza, etnia, pueblo, nación o religión.
Estos conceptos tienen en común que anulan la noción de individuo,
ciudadano y asociación, y todo lo subsumen o sustituyen por la
noción de “grupo”.
El individuo se define en función del grupo, no es más que un
miembro del grupo, forma parte de él. El
ciudadano no existe. Cualquier
asociación que exista en su seno se convierte en secta o casta, en
una minoría organizada para controlar el poder y dominar al resto de
individuos (convertidos en pueblo, raza, nación o conjunto de
fieles).
En
los sistemas no democráticos los individuos pertenecen
a
un territorio, un pueblo, una tribu, una raza, una nación o una
religión. Su identidad se define por su pertenencia al grupo: se es
catalán, vasco, español, palestino, negro, alemán, musulmán,
suní, chiita, etc. No ciudadano catalán, vasco, español o
italiano. Para los nacionalistas no existen los ciudadanos, sino “el
pueblo catalán”, “el pueblo vasco”, el “pueblo español”,
etc. (Los términos “pueblo” y “nación” son ambiguos, por eso
nos resulta cada vez más difícil usarlos en sentido positivo).
Somos
individuos y ciudadanos que nos agrupamos voluntariamente para
defender nuestros intereses o alcanzar todo tipo de fines, entre los
que puede estar el desarrollo personal, el altruismo o la búsqueda
del paraíso. Pero la
noción de individuo, ciudadano o socio es incompatible con la de
vasallo, miembro, militante, fiel o seguidor.
La sociedad moderna y democrática se basa en individuos libres y
diferentes, ciudadanos iguales y responsables, y asociaciones
diversas formadas por individuos y ciudadanos activos, solidarios y
bien informados. Lo contrario es una sociedad antidemocrática basada
en la alienación del individuo, la anulación del ciudadano, la
manipulación y el sometimiento al grupo, la uniformización
ideológica, la pérdida de la libertad individual y colectiva.
NOTA:
1) Aplíquense estas reflexiones a la actual situación de Cataluña y
España. Ni una ni otra son hoy sociedades verdaderamente
democráticas. El problema es común, no podemos solucionar uno sin
el otro, ni uno contra otro. No entenderlo es provocar un
enfrentamiento tan estúpido como doloroso e inútil.
2) El ámbito del desarrollo de la individualidad (conciencia, pensamiento, conocimiento, arte, disfrute, creatividad...) debería ocupar la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo. El ámbito de la política (ciudadano y asociativo), con ser muy importante y decisivo, no debería absorber más que una pequeña parte de nuestra atención y energía. Lo que vivimos hoy es una aberración, una anomalía, en la que los términos están invertidos.
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