Desaparecen, están a punto de
desaparecer.
Hace varios lustros,
cuando yo era Delegado de Cultura en León, se inició un encuentro poético
al que los participantes (quizás José Antonio Llamas, no sé) le
dieron el nombre de “Poesía para vencejos”. ¡Buenos tiempos
para la lírica, cuando todavía acudían a su cita los vencejos! Hoy
la poesía ha perdido hasta su alada audiencia. Pocas noticias más
trágicas. ¿Dó se han ido?
Pero no sólo los
vencejos: golondrinas, ruiseñores, tórtolas, alondras, lavanderas,
trigueros, abubillas, cuclillos... ¡y los pardales! Sí, esta guerra
silenciosa está diezmando también el ejército de gorriones. En
diez años quedarán menos que linces. Más de 120 millones de aves
han desaparecido en Europa los últimos 20 años.
La naturaleza que
conocimos, en la que nacimos y crecimos, con la que tomamos
conciencia de lo que somos, ha desaparecido. No es un vaticinio, es
un hecho que ahoga la respiración. No oiremos al cuco en primavera,
ni el chiar agudo de los vencejos, ni a la alondra en los trigales,
ni al ruiseñor entre los alisos... Perderán sentido los versos de
Bécquer y la oda de John Keats necesitará ilustraciones para
entenderla. Cuando me muera, no podré soñar con Juan Ramón que
seguirán los pájaros cantando...
La catástrofe se agudizó
en tiempos de Zapatero, Rajoy ha rematado la faena y pronto dejaremos
de hablar de crisis ornitológica, porque muerto el pájaro se acabó
la crisis. Pesticidas, herbicidas, fungicidas, transgénicos,
radiaciones electromagnéticas, calentamiento global, cambio en el
ritmo de las estaciones, la contaminación del agua y el aire... No
hay insectos, ni mariposas por el aire ni merucas en los tapines, y
los que sobreviven a la aniquilación pestífera, son tóxicos.
Envenenados, envenenan. La tierra se ha vuelto tan aséptica como un
quirófano. África, refugio invernal de estos emigrantes
subsaharianos, se degrada a grandes zancadas. Hasta los arquitectos
merluzos les tapan el hueco de los aleros, la sombrilla de las tejas.
Ni tienen qué comer ni dónde anidar para incubar.
Estas prodigiosas aves
son capaces de casi todo. Pueden vivir un año entero en el aire sin
posarse, recorrer 800 kilómetros al día y alcanzar los 200 km a la
hora. Vuelan con el pico abierto, beben las gotas de la lluvia y
pueden almacenar en su buche hasta 1.000 insectos. Duermen sobre
corrientes cálidas de aire como en un colchón de plumas. Copulan en
las nubes, se emparejan para toda la vida y vuelven cada abril al
mismo nido, no se pierden por las autopistas del cielo. Lo que
todavía no han aprendido es a incubar los huevos en el aire.
Votaré al partido que
lleve en su programa la defensa de los vencejos. No palabras, sino un
proyecto serio de salvación nacional. Si son incapaces de proteger a
los pájaros, ¡cómo van a sacar del hoyo a los parados!
http://www.lanuevacronica.com/y-los-vencejos-do-se-fueron
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