Trabucaire viene de “trabuc”, y así se les llamó a los bandoleros que protagonizaron las guerras tribales y territoriales en Cataluña desde finales de la Edad Media hasta el siglo XVIII, fenómeno singular que tan bien reflejó Cervantes en el Quijote, pero del que habló también en la Galatea, el Persiles y Las dos doncellas. Además de la cortesía, destacó Cervantes el carácter vengativo y violento de los catalanes, algo que no se suele tener en cuenta, ni que su elogio de Barcelona comienza con el de “honra de España”. Viene a cuento recordarlo porque, en contra de lo que suele creerse, la esencia del movimiento independentista catalán ni es democrática ni pacífica, por más que nos hayan vendido todo lo contrario. Habrá que mencionar, por poner un solo ejemplo, a Prat de la Riba, uno de los padres del independentismo, defensor del odio racial como el único camino para lograr la segregación y descontaminación de España.
Trabucaires
se les llamó también a los curas carlistas que al grito de “Dios,
Patria y Rey” tomaron los trabucos para luchar contra la legítima
heredera Isabel II y tratar de imponer al hermano de Fernando VII,
Carlos María Isidro Benito de Borbón y Borbón-Parma. La carlistada
duró casi un siglo, y recordemos que la última intentona fue, en
1900, el Alzamiento de Badalona. Estos trabucaires resurgieron
durante la “última” guerra civil (¿quién nos asegura que algún
día no habrá otra?), hasta el punto de que muchos pueblos de
Navarra se quedaron sin curas para decir misa porque todos se habían
ido a matar rojos al frente.
Bueno,
pues de nuevo tenemos que hablar de trabucaires o trabucairas, pero,
fenómeno nuevo, ahora se trata de monjas que, sin dejar de haldear
con sus faldones, han decidido abandonar el convento para irse a
tomar las armas modernas del independentismo, o sea, los platós de
tv, las portadas de los periódicos, internet, las asambleas
populares, los mítines y los comités centrales. Ahí tenemos a sor
Lucía Caram, recién nombrada “catalana del año”, en medio de
Trías y Mas, oronda y satisfecha, predicando las bondades que la
independencia traerá a los pobres. Esta monja argentino-catalana, lo
mismo nos enseña a freír un güevo que a planchar la estelada
con agua bendita. No menos arrogante es sor Teresa Forcades, que
aspira a ser presidenta de la Generalidad si el Vaticano le otorga un
“indulto de exclaustración” temporal para poder dedicarse a la
evangélica tarea de liberar al pueblo catalán de las garras de
España.
(Foto: A.T.Galisteo)
Los
periodistas mentecatos dicen que son muy “mediáticas” y que por
eso las jalean, llevan y traen. Al Papa Francisco parece que no le
gustan estas andanzas, tan contrarias a la universalidad apostólica
y la neutralidad cristiana. Estoy seguro de que no logrará “pararles
los pies”. Tendría que empezar por destituir a toda la obispada
independentista, incluyendo a los monjes montserratinos. Ya Mas ha
dicho que “Madrit” está detrás del intento vaticano de alejar a
sor Lucía del activismo separatista.
Con
lo que ha costado ir separando a la Iglesia del Estado, resulta
inquietante ver ahora a estas monjas que, aprovechando la aureola que
les otorga el Evangelio, se dedican a dividir aún más a la sociedad
catalana y a enfrentarla con el resto de España poniéndole pólvora
al trabuco independentista. Que algunos confundan esto con el
compromiso evangélico de la justicia y la defensa de los pobres, es
una prueba de hasta qué punto el virus nacionalista obnubila la
mente y las conciencias.